ENTREVISTADO:
Jacinto González Pachón, Profesor titular de Universidad en el Departamento de Inteligencia Artificial de la UPM
¿Cómo nos estamos adaptando a los cambios introducidos por las tecnologías basadas en la Inteligencia Artificial?
La adaptación forma parte de la evolución humana. Los cambios a los que se ve sometida la sociedad de manera permanente han ido estableciendo las diferencias de cada modelo social. En estos cambios de escenario, los trabajos aparecen, se modifican y desaparecen, dejando paso a otros trabajos y a nuevas profesiones. Pero no se hace de un día para otro, son procesos largos. Pero la IA parece acelerar ese proceso
El rápido desarrollo de tecnologías basadas en IA ha permitido que se puedan desarrollar, de manera muy eficiente, tareas que hasta ahora sólo podían realizar los humanos.
La gestión de Recursos Humanos es un claro ejemplo. Las tecnologías utilizadas en procesos de contratación, que permiten la selección de currículos y la realización de entrevistas laborales con menos sesgos y prejuicios; la evaluación de puestos de trabajo, la medición de elementos salariales y de costes en el marco de la estrategia global de negocio, o la supervisión del rendimiento laboral, se pueden realizar a través de herramientas digitales que analizan grandes volúmenes de datos y facilitan la toma de decisiones.
¿Pero eso no supone un riesgo?
Si, la IA también presenta algunos riesgos. Cuando el equilibrio entre la gestión empresarial y la privacidad y el bienestar de los trabajadores chocan, tienen que entrar en juego nuevos marcos regulatorios y una adecuada gestión de los principios éticos.
¿Y en qué otros entornos la IA nos ayuda a ser más eficientes?
En entornos laborales industriales, las tecnologías basadas en IA han permitido el desarrollo de elementos conocidos como wearables. Estos dispositivos facilitan determinadas tareas, normalmente dinámicas, en entornos fabriles, aunque abren la puerta a una supervisión de las labores de los trabajadores que podría sobrepasar los límites éticos del propio trabajo.
La visión artificial, con la que podemos imitar el sentido de la vista humana, detectando objetos y señales para el desarrollo de sistemas de conducción automática; el procesamiento del lenguaje natural, que nos permite imitar el sentido del habla y crear chatbots conversacionales; el aprendizaje automático, que imita los modelos de aprendizaje humanos y habilita sistemas de clasificación y predicción; o las aplicaciones de ayuda a la toma de decisiones, que han establecido servicios de diagnóstico médico, son otros ejemplos de la aplicación de la IA al entorno laboral bajo los objetivos de eficiencia.
¿No deberían existir también objetivos sociales para esta tecnología?
La forma de incorporar la IA al actual modelo social se viene analizando desde hace años, manejando escenarios en los que humanos y máquinas puedan colaborar para llevar a cabo objetivos sociales. Es clave la identificación de tareas que pueden o deben ser llevadas a cabo por las máquinas y las tareas que pueden ser llevadas a cabo por los humanos. El enfoque inicial se centró en asignar a los humanos las tareas que requieren capacidades que no posee una máquina, como la empatía, la creatividad o el liderazgo. Sin embargo, se trata de una distinción compleja, no todos tenemos las mismas habilidades y, de tenerlas, no en el mismo grado.
Además, ya existen sistemas tecnológicos con cierto grado de creatividad computacional, capaces de crear, aunque con ciertas limitaciones. De momento, las máquinas y sus sistemas de IA se centran más en una combinación programable de tareas realizadas por humanos y por máquinas, asignando a las máquinas tareas rutinarias, generalmente asociadas con el procesamiento de información, y a los humanos tareas que puedan hacer uso o combinar las tareas realizadas por las máquinas. Son tareas de diseño social que involucran a una gran variedad de actores sociales y que, en poco tiempo, permitirán identificar nuevas profesiones y sus mecanismos reguladores.
En el proceso de automatización, la tecnología ha ido más allá del mero hecho de sustituir a personas en tareas repetitivas u otras de carácter cognitivo. La IA ha llegado a adentrarse en el terreno de las relaciones sociales en entornos laborales, introduciendo la idea de “cobotización”, o lo que es lo mismo, el coworking entre personas y máquinas o la cooperación entre sistemas de inteligencia artificial, robots y trabajadores humanos.
Los cobots, o robots colaborativos, son robots con inteligencia artificial integrada que sirven para automatizar procesos industriales, ya sean repetitivos, manuales o que pongan en peligro a las personas. Están equipados con sensores que les permiten parar o pasar a modo seguro antes de ser interrumpidos.
Por otra parte, los chatbots son sistemas capaces de dar respuesta a consultas básicas realizadas mediante texto. Suelen usarse en servicios de atención a clientes, permitiendo que los trabajadores liberados de estas tareas puedan ocuparse de otras de índole más compleja.
La gig economy está basada la figura del freelance, que realiza trabajos de forma esporádica a través de internet para diversos clientes. La característica principal de esta economía colaborativa es la descentralización de tareas o proyectos para clientes en todo el mundo, lo que permite expandir las posibilidades de conectar la oferta de servicios con la demanda a nivel global.
Pero todo esto supone una revolución social, ¿no?
La aparición de tecnologías que suponen una evolución social no es algo nuevo. Las novedades en el terreno laboral van de la mano de modificaciones normativas, pero la situación actual es especial; la IA trata de imitar a los humanos, y esto nos lleva a plantear incluso cuestiones de índole filosófica sobre el sentido de la existencia y el significado de ser un humano. Estamos, sin duda, en un momento de cambio que implica peligros y oportunidades, con un riesgo, y es que la IA no sea utilizada de forma adecuada, con las consecuencias que
puede acarrear.
¿Consecuencias como eliminar puestos de trabajo?
Uno de los errores que aparece al pensar la incorporación de la IA a nuestra sociedad es suponer que el modelo social será el actual, que no va a evolucionar. Esto lleva a conclusiones erróneas; por ejemplo, deduciendo que la tecnología acabará eliminando puestos de trabajo de forma definitiva. Los puestos de trabajo existentes a principios del siglo XX no son los actuales, lo tecnología los sustituyó por otros que además son más numerosos. Somos más población trabajando. Ocurrirá lo mismo.