Blanca Gutierrez

Communication Manager Instituto IMDEA Software Campus de Montegancedo

 

Desde que comencé a trabajar en un centro de investigación, he podido constatar, directa y personalmente, que existe, y sigue existiendo a día de hoy, una brecha de género, a modo de desigualdad, en el campo de la investigación científica y, más concretamente, en el de la informática.

 

Más allá de los datos y estadísticas sobre la presencia femenina en este ámbito de la investigación científica, que desgraciadamente siguen siendo significativamente negativos y demoledores para las mujeres, me ha llamado la atención la coincidencia, en todas las científicas, de cualquier área, que he conocido, de dos situaciones comunes que las condicionan sensiblemente, como son la estabilidad, o quizá sea mejor decir inestabilidad, en el empleo, y la maternidad. Pensar en ser madre sin tener una estabilidad laboral es tirarse, con valentía e incertidumbre, a una piscina medio vacía y sufrir el inevitable estrés emocional mientras llega una nueva contratación.

 

Prácticamente, la gran mayoría de los científicos que no son profesores de universidad tienen contratos ligados a proyectos que, como máximo suelen durar 5 años. Por ello, en lo que se refiere a la estabilidad laboral, las mujeres y hombres de ciencia comparten esta misma problemática y sufren indistintamente sus consecuencias.

 

En cuanto a ingresos y retribuciones, he podido comprobar que para ellas el aspecto retributivo no constituye un problema. El factor determinante para que una mujer se decida a trabajar en el mundo de la ciencia es la pasión, fundamental para mantener la motivación, no venirse abajo y disfrutar haciendo lo que hace cada día.

 

Celebrar cada año el Día Internacional de la Mujer y Niña en la Ciencia es muy importante para dar voz a las científicas y visibilizar, ante la sociedad, la presencia, aunque todavía sea minoritaria, de las mujeres en este mundo tan fascinante y la necesidad de que muchas otras se vayan incorporando en el futuro. El talento, el genio, la magnífica preparación, el esfuerzo investigador, la constancia y la persistencia de las mujeres científicas tiene mucho que aportar al mundo de la Ciencia, y la Sociedad y los poderes públicos tienen, a su vez, la responsabilidad y la obligación de posibilitar que las mujeres estén cada vez más presentes, con el protagonismo que les corresponde, en todos los ámbitos científicos, y puedan conciliar su vida familiar con su carrera profesional. El talento, que yo sepa, no tiene género, ¿puede permitirse España el lujo de no aprovechar el 50% de su talento disponible?

 

Pero, ¿dónde está el problema? Si se contrata por méritos y los problemas de inestabilidad son comunes a ambos sexos, ¿qué factor es el que influye para que se mantenga la brecha de género en el sector?: la Educación.

 

Por eso, el Día Internacional de la Mujer y Niña en la Ciencia es una oportunidad de recordar a toda la Sociedad que aún queda mucho camino que recorrer para que se instaure, de una vez por todas, esa educación igualitaria que permita que niños y niñas y hombres y mujeres tengan esas mismas oportunidades y visión de futuro en todas las áreas profesionales y, especialmente, en el mundo de la Ciencia.

En el campus de Montegancedo ponemos nuestro granito de arena. Eventos como el que organizamos el pasado 13 de febrero: “Innovando en femenino: Mujeres en Montegancedo”, con el foco en estudiantes de la ESO de Pozuelo y alrededores, permiten a las investigadoras acercar la realidad, sin disimulo, a los más jóvenes, al tiempo que suponen una forma de animar a las niñas a convertirse en futuras científicas, fijándose en ellas como referentes.