Redactor: Juan Pablo Montero
La felicidad de la mayoría de las personas se basa en disfrutar la mayor parte de los momentos de la vida, no es fácil que esto sea así, pero cuando se produce, ese instante queda grabado en la retina a hierro y fuego. Esto podría ser el ejemplo de lo que le ocurrió a la familia Hernández. Con apenas dos años y medio Lucas, su hijo pequeño, fue diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Desde ese instante, sus padres se esforzaron en que su pequeño superase los distintos retos a los que se iba a enfrentar.
El año pasado, Lucas recibió una buena noticia: los propietarios de Montegancedo habían oído hablar de él y quería ayudarle. ¿Cómo? Haciéndose cargo de los gastos que conllevaba el adiestramiento de un perro de asistencia que la Asociación DogPoint instruye especialmente para niños con TEA.
Nuestro periódico se puso manos a la obra para charlar con ellos y quedamos con Bernardo, el papá de Lucas, y con Olivia y Noelia, la adiestradora y presidenta de la asociación respectivamente.
Eran las cinco y media de la tarde más o menos, aparecieron Bernardo acompañado por Miriam, su mujer, Lucas y las responsables de la asociación. ¡Perdón! No se me pueden olvidar: Menta y Rocky. Los dos perros de acompañamiento eran labradores. El macho era el más mayor y Menta todavía tenía cara de cachorra. Nuestra obsesión era tocarles, pero no podíamos, estaban trabajando. Estos perros cuando están trabajando portan un peto y hasta que no se lo quites no se les puede acariciar.
Después de las presentaciones formales, me siento con Bernardo en una mesa redonda con distancia de seguridad. Se nota que el papá está nervioso. La primera pregunta que le hago es ¿en qué momento se dan cuenta que Lucas se comporta de forma diferente?
Me cuenta que empezaron a darse cuenta a partir del primer año. Desde el año más o menos iba cumpliendo todos los parámetros, pero más tarde que su hermano. A los dos años ya le hablabas e iba a su aire, no nos hacía mucho caso, ahí nos dimos cuenta de que algo estaba pasando. Coincidió que justo a esa edad le llevamos a la guardería y ya nos dijeron que a lo mejor era un problema de audición. Fuimos al médico y nos indicaron que algo no iba bien. Empiezas a ir al neurólogo, a un psiquiatra y te van anticipando que puede ser un problema de autismo. Alguno de los médicos te lo dicen con más tacto que otros, eso sí.
Bernardo todavía está algo nervioso, pero poco a poco se le nota que se va tranquilizando mientras relata la historia. La segunda pregunta que le hago es ¿qué se les pasa por la cabeza cuando le confirman que Lucas padece TEA? Me mira fijamente a la cara y con la voz firme me dice que es un palo tremendo. Lo que me cuenta es que rápidamente se pusieron manos a la obra para encontrar terapias que pudiesen ayudar al niño. Se informaron mucho y no dejaron de visitar a especialistas.
Claro, llamaron a todas las puertas posibles. No hay nada más poderoso que el amor de un padre hacía sus hijos. Bernardo me cuenta que por casualidad hace unos dos años, fueron a IFEMA y allí conocieron a varias familias que ya tenían perro de asistencia. Fueron ellos los que les convencieron. Nosotros no éramos fanáticos de los perros y claro te preguntas que con el trabajo que supone el pequeño tener encima un perro será muy complejo. Tenerle que sacar y prestarle atención. Las familias nos decían que era todo lo contrario, el perro es un alivio. A lo largo del día compensa. Después de pasar varias entrevistas les dieron el visto bueno. Eso sí, después de comprobar que a Lucas le gustaban perros.
Ya estaba hecho. Habían tomado una de las decisiones más importantes de la vida de Lucas y, por supuesto, del resto de la familia. La primera vez que el pequeño de la casa vio a Menta fue especial. Al principio, me cuenta el papá, que Lucas era un poco brusco, pero al ver que la perrita solo le daba cariño, cayó en sus redes. Me dice Bernardo que no son muchas las palabras que utiliza el niño con la perrita. Con frases simples como “a dormir” o “ya está, a despertar” él ya es feliz. Se lo nota en la mirada.
Su hermano mayor está encantado por tener una mascota. Una de las cosas que dice es que Menta es para todos, no solo para su hermano. Bernardo me cuenta que la perrita es muy buena. Siempre está contenta. Te puedes imaginar que está en una casa en la que tenemos niveles de estrés altos y solo con verla aparecer moviendo el rabito ya te cambia el estado de ánimo. La han entrenado para que, si Lucas está triste, por ejemplo, se acerque a él y le dé lametones. Con muy poco ha cambiado todo.
Cuando el pequeño se pone nervioso es complicado calmarle. Salir de ese bucle no es fácil. Lo que tenemos que entender es que a Lucas le cuesta expresarse y muchas veces no sabe decir qué es lo que le estresa. Menta no necesita mucho más, se acerca a él y le da cariño. Él cuando ocurre esto se sorprende y termina calmándose.
Desde la asociación afirman que una de las grandes ventajas de los perros de asistencia es su capacidad para evitar las fugas en las vías públicas. Le preguntamos a Bernardo si ese el principal motivo por el que se decidieron por Menta. Me dice que sí en un principio, pero que luego se han dado cuenta que el nivel de estrés de la casa ha descendió desde que ella está en casa.
Podemos ir a un centro comercial y mirar escaparates sin el temor de que vaya a salir corriendo. Ese hecho da una tranquilidad increíble. Destaca en qué consiste un paseo con Menta: El adulto lleva una correa que conduce a la mascota y otra correa elástica que va enganchada al niño. Si se tensa la correa, Menta está entrenada para que se tumba y el niño no se pueda mover. Al notar algo que le frena, para. El mismo se da cuenta que no se tiene que mover. Por ejemplo, al pararse en un paso de cebra ella lo hace un metro antes para que podamos cruzar tranquilos.
Llega el final de la entrevista. Se le ve mucho más tranquilo, relajado, diría que está a gusto. Me comenta que recomendaría sin dudarlo a otras familias que tengan niños con TEA que contasen con un perro como Menta. Afirma que es muy buena y muy agradecida, nos ayuda mucho. Al final tener que sacar a Menta a pasear nos viene bien. Además, cuando vamos al parque y otros niños ven a la perrita se acercan. Eso a Lucas le gusta mucho y eso hace que aumente su autoestima. Se siente el centro de atención y eso le gusta.
Para terminar, le pregunto si Lucas es feliz, si ellos son felices. Se calla durante un segundo, mastica la respuesta y me asegura que sí. Gracias a Menta somos más felices. Sé que no me miente. Sus ojos irradian sinceridad. Bernardo es tímido, pero en las distancias cortas se nota que es buena persona. Son una familia que tan solo necesitaba un poco de tranquilidad para ser más felices y Menta les aporta esa tranquilidad.
Decía Kazka que Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro. Bueno, no sé si todas, pero lo que está claro es que Menta les ha dado lo que necesitaban.