Comienza el mes de enero de un nuevo año que destila esperanza a pensar de que la 6ª ola haya sacudió celebraciones, reuniones y posibles abrazos que por desgracia no se podrán volver a dar. La inquietud, el desconocimiento y, sobre todo, el miedo, siguen siendo compañeros inseparables; difícilmente nos podremos librar de estos molestos socios a corto plazo.
Los gastos necesarios e innecesarios que hemos tenido este mes siempre han sido de los más temidos históricamente. Regalos, fiestas y viajes capitalizaban esta época, no hacerlo era sinónimo de anomalía; ahora no hacerlo se podría decir que nos acoge en el reino de la normalidad.
La famosa nueva normalidad dicen que ya está aquí, pero no es como muchos pensábamos. Parece que eso de querer taparnos la boca se está convirtiendo en una mala costumbre y por desgracia esto no viene de ahora.
En este nuevo estado de bienestar el engaño intenta tapar realidades molestas como que la previsión de una compra masiva de test de antígenos no se dio y en cambio en el resto de países europeos sí. Volvemos a tropezar con la misma piedra una y otra vez. Tenemos las rodillas destrozadas de tanto caernos, pero somos más fuertes de lo que creen y nos volvemos a levantar.
La sociedad pide a gritos verdades, creemos que ya somos lo suficientemente maduros para asimilar las malas noticias. Pero no, es más fácil echarse en cara los errores y jamás reconocer los aciertos de los otros. Parece que nos quieren tratar como niños, pero cuidado, incluso esta comparación es peligrosa, los más pequeños han demostrado que estos meses atrás han sido los más maduros. Cuando llegó el confinamiento nuestros hijos demostraron estar a la altura, cuando empezó el colegio y tenían que ir con mascarillas durante toda la jornada de clase nos enseñaron qué es la verdadera responsabilidad, e incluso cuando les llevamos para recibir una pinchazo han sido los primeros en dar ejemplo. Ojalá muchos gestores se hubieran contagiado de esta valentía responsable que emana de los niños.
Estos días vuelve a ser noticia que muchos de nuestros hijos pueden tener que quedarse en casa y ellos siguen sin protestar, la verdad que su comportamiento es digno de admiración. Lo han pasado bien pasándolo mal. Han sido esclavos de nuestros errores y no nos lo han echado en cara.
Ahora llega este nuevo año y pensamos en la cuesta de enero, quiero romper una lanza por los que llevan cerca de dos años acompañándonos y muchas veces tirando de nosotros. ¡Gracias pequeños, ojalá este sea un gran año porque os merecéis todo lo mejor!