Giulia de Benito
Psicóloga y directora de la Unidad de Psicología General del Instituto Centta
El término Blue Monday fue creado por Cliff Arnall, experto en motivación, que, como hemos visto en otros casos en los que se señalan fechas como ésta en el calendario, respondió a las necesidades de venta del mercado, concretamente a las agencias de viaje. Crea una fórmula sin base científica y etiquetó como el “día más triste del año” al tercer lunes de enero, fórmula de la que más tarde él mismo se desmarcaría usando hashtags como #StopBlueMonday.
En España este tipo de días no tiene más importancia que la que le den los publicistas cada año y son términos poco populares. Pero claro, no hay nada como generar la expectativa de malestar para crear una necesidad.
No se ha demostrado que en torno al tercer lunes del mes haya más urgencias, ingresos o consultas en salud mental. Sin embargo, estas propuestas generan ciertos efectos psicológicos en la población que sí están científicamente probados y es interesante que mencionemos.
El Efecto Pigmalión y la profecía autocumplida. Las expectativas y creencias que tengo sobre alguien o algo acaban convirtiéndose en realidad, como si de una profecía se tratase. Este fenómeno se produce cuando acomodo mi comportamiento en torno a la realidad que temo o deseo que ocurra y participo activamente en ese resultado. La acomodación a dicha sugestión hará que se confirmen nuestras sospechas. Si me predispongo a pasar el día más triste del año, lo más probable es que busquemos y encontremos motivos para confirmar dicha expectativa, ampliemos esa información en concreto y acabe siendo realidad.
Es natural experimentar cambios en los niveles de bienestar a lo largo del año por diferentes motivos: vuelta de las vacaciones, cambios en el clima, cansancio emocional, estrés acumulado, y otras variables biopsicosociales. Pero generalizar los efectos psicológicos de un día concreto del año a toda la población muestra un profundo desconocimiento de la psique humana y deja a un lado todos los factores personales que influyen en nuestro estado de ánimo.
Sea cual sea para cada uno el día o los días más tristes del año, ponerle mucha inteligencia emocional al asunto parece ser la mejor opción, en contraposición a adquirir los estados emocionales que se nos sugieren desde fuera. Si conocemos nuestros estados emocionales y somos capaces de entender cómo nos afectan a nuestra conducta podremos gestionarlos de forma adecuada desde el autoconocimiento y el autocuidado. O, al menos, ser capaces de detectar el malestar y pedir ayuda.