Redactor: Miguel Aguado, Divulgador Ambiental y Socio Director de Bleaf
Con toda seguridad hemos escuchado esta frase de pequeños en casa cuando no queríamos comer, especialmente aquellos platos que no nos gustaban. Se sumaban frases que nos llamaban a la comparación con otros que pasaban hambre, ya quisieran en África poder comer esto, haciéndonos sentir mal al pensar en aquellas personas que pasaban hambre y que genéricamente situábamos en el continente africano. La intención era clara y tenía dos motivaciones: hacernos comer de todo y evitar tirar una comida que tenía un coste en la economía familiar. A mí al menos me resuenan estas frases y las sitúo cuando me negaba a comer lentejas y verduras.
Hoy debemos tener en cuenta una argumentación más y muy importante, la ambiental. En nuestra forma actual de comer y en todo el proceso de la alimentación tenemos un impacto ambiental tremendo. Se considera que la alimentación mundial es el segundo proceso de mayor impacto sobre el cambio climático.
Este dato es el que más me impresiona y supongo que a Usted también: de toda la comida que se produce en el planeta, tiramos el 35%. Se cultiva o produce, procesa, transporta, vende y compra sin producir una sola caloría a nadie.
La agricultura y ganadería intensiva, la más habitual, requiere mucho suelo y por ello es la principal causa de la desforestación. Grandes extensiones en Latinoamérica, Asia y África se dedican a ello, requieren grandes cantidades de agua y de energía.
Una vez se ha producido esos alimentos, carne y productos agrícolas, se traslada desde esos países a países desarrollados. En este proceso se han desechado aquellos que o bien no tienen la apariencia adecuada para ser comprados o los precios del mercado no han permitido su primera compra. El transporte de estos alimentos desde una parte del planeta a otra muy distante requiere el uso de camiones, grandes barcos y aviones, aquí las emisiones de gases contaminantes son tremendas hasta que llegan a nuestro lugar de compra.
Cuando ha llegado a nuestra tienda o supermercado ya se han perdido una cantidad importante por estropearse, perder atractivo para el consumidor o tener cercana la fecha de caducidad.
Finalmente, cuando hemos comprado nosotros y lo hemos ubicado en la nevera, despensa o similares solemos perder otra cantidad nada desdeñable como consecuencia de que ha caducado sin darnos cuenta o porque se quedó en plato como cuando éramos pequeños (aunque ahora tenemos menos tolerancia cuando un hijo no quiere comer lo que tiene en el plato).