Durante los últimos años, mencionar a la huella de carbono cuando se habla sobre el impacto de la contaminación en el medio ambiente es una constante. Con esta denominación, los expertos hacen referencia a la totalidad de gases efecto invernadero emitidos de forma directa o indirecta por una organización, individuo, servicio o producto a través de su actividad.
Los gases de dióxido de carbono o metano que se desprenden como consecuencia del uso de combustibles fósiles absorben parte del calor del sol, lo que provoca una subida en la temperatura de la tierra. Gobiernos y organismos se afanan en paliar estos efectos de la globalización, pero para actuar y frenar sus resultados resulta fundamental conocer todos los conceptos relacionados con la huella de carbono.
Cómo se mide la huella de carbono
Conocer cuál es la huella de carbono es uno de los requisitos clave para las empresas y organismos que deseen contribuir en la lucha contra el cambio climático. Según el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, para calcular dicha huella de carbono se debe multiplicar el dato de las actividades generadores de las emisiones de gases efecto invernadero por su correspondiente factor de emisión.
Para ello, previamente hay que conocer los datos de consumo energético, tanto de combustibles fósiles como eléctrico en un año determinado y sus correspondientes emisiones.
En los últimos 10 años, en España se ha reducido de forma considerable la emisión de gases efecto invernadero, aunque se ha de tener en cuenta que esta reducción ha sido más intensa en las actividades productivas que en las viviendas particulares.
La huella de carbono de los edificios
La Agencia Internacional de la Energía apunta que el 20 % del consumo de energía y de las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) proviene de la construcción de edificios y obras de ingeniería civil.
En el caso concreto del sector residencial, esta huella se manifiesta mediante el proceso productivo –impacto que corresponde a la organización– y de los materiales –es decir, la propia huella del producto–.
Para reducir la huella de carbono de los edificios se puede recurrir al uso de energías renovables, al reciclaje de residuos o a la optimización del transporte de materiales, por ejemplo.
¿Qué puedo hacer yo como individuo?
En el año 2015, la inversión mundial en energías renovables ascendió a más del doble que la destinada a combustibles fósiles. La implicación de las administraciones y empresas para reducir el impacto de la huella de carbono y disminuir los efectos de los gases invernadero es evidente. Pero los individuos a nivel particular también pueden aportar su granito de arena. Con pequeños cambios en nuestros hábitos del día a día podemos hacer mucho. Por ejemplo ¿sabías que 10.000 litros de agua consumida suponen la emisión de 3,4 kilos de dióxido de carbono? De esta forma, si cuando te enjabones en la ducha o te laves los dientes cierras el grifo estarás contribuyendo a reducir las emisiones.
Además de utilizar el agua con responsabilidad, estas son algunas otras acciones que puedes llevar a cabo:
- Solicita a tu Ayuntamiento que ponga en valor más espacios verdes –como, por ejemplo, Montegancedo en Pozuelo de Alarcón– que permiten regenerar el aire contaminado provocado por transportes, calefacciones, fábricas…
- Enchufa los electrodomésticos caseros que no requieren funcionamiento continuado en una regleta de forma que, cuando no los utilices, puedas desconectarlos por completo.
- Aisla bien puertas y ventanas para aumentar la eficiencia energética de la casa.
- Pide recibir tus recibos y facturas online para reducir el papel consumido.
- Recicla y reutiliza. Ecoembes te facilita en su web trucos y recomendaciones para que hagas el reciclaje de la forma más correcta y sencilla.
- Utiliza el transporte público o ve caminando a los sitios que sea posible.
Con estos pequeños trucos el impacto de tu huella de carbono será cada vez más pequeño.