Redactor: Juan Pablo Montero
Rayden cierra con Homónimo la trilogía que empezó con Antónimo (2017) y Sinónimo (2019). Un viaje por el infinito de la honestidad y la fidelidad a una idea primigenia que verá la luz el 6 de noviembre de este año. Un artista que te obliga al disfrute de la música galopando por letras profundas llenas de verdad.
¿Cómo ha sido para ti este año?
El año ha sido increíble, dentro de todo lo malo que ha ocurrido podríamos decir que ha sido mi mejor peor año.
¿Homónimo es madurez, el final de un camino o el principio de un lienzo que tiene que ser pintado?
Creo que ha servido para terminar el boceto de lo que quiero hacer. Estos seis discos han servido para hacer el dicho y para construir los límites de dónde me muevo. Donde todo es posible y donde todo es verdad, donde no hay nada impostado. Y luego llegará el hecho, pero se verá más adelante. Creo que ha sido todo un ensayo, un entrenamiento. El próximo 6 de noviembre es una fecha muy importante Es algo que tenía claro desde 2014, cuando el público empezaba a llenar La Riviera y la gente cercana me empezaba a decir que el siguiente paso era el Palacio de los Deportes. Tenía claro que quería hacerlo cuando sacase este disco y cumpliese los 20 años en la música; dotar al concierto de una intencionalidad y de un porqué. Por eso creo que el público lo ha entendido así y han agotado las entradas del Wizink con medio año de antelación.
Es una pasada, pocos artistas consiguen esto.
Ya, fíjate que creo que no lo voy a poder disfrutar del todo porque voy a tener que controlarme para que no sea emoción en estado puro, es una maratón todo lo que va a ocurrir allí. En el antes y el después disfrutaré mucho, pero en el durante estaré pendiente de muchas cosas.
“Que te quiten lo bailao”, ¿vale para todo?
Sí, a todo el mundo le sirve, parece que nos damos cuenta de lo simple cuando nos quitan todo menos la simpleza. Me pareció muy interesante mostrarlo.
“El mejor de tus errores” habla del desamor y muchas veces esto produce rechazo.
Creo que es una forma de dar validez al desamor, de acabar con ese romanticismo que cree que el amor todo lo puede y de mostrarnos cómo somos. Es una forma de dotar de honestidad al amor y de humanizarlo.
¿Cómo ha sido trabajar con Alice Wonder?
Fíjate que es la única vez que me he sentido pequeño y mira que tengo la suerte de rodearme de gente que aparte de talentosa son puntas de lanza en sus estilos. Alice tiene un talentazo espectacular. Va a pasos agigantados, lo tiene todo para destacar.
¿“Ya no quedan centrales como los de antes” es un grito a la honestidad y el ganarse el respeto de los demás?
Sí, sobre todo a la atemporalidad y hacer una cosa transversal fuera de modas y de tendencias. Es una manera de que el talento vaya por delante de la hechura. Son inquietudes de gente que empieza a sumar años.
Al final, a la vida hay que quitarle quita- miedos aunque sea para presumir de cicatrices como si fueran galones, pero no puedes ir siguiendo líneas porque sino te van a llevar al camino que ha hecho otra persona.
Escuchando “La comedia del año” he llegado a la conclusión de que muchas veces hay que saber decir que ha llegado el final y no engañarse.
Sí, creo que este disco y no me había dado cuenta, pero hablando contigo haces un ejercicio de honestidad brutal. Es curioso que el amor no es cómo te lo venden y de ahí ese paralelismo con La Comedia del año en Francia, en un año te pueden vender siete películas como la mejor comedia del año (risas).
“Himno del centenario” ¡Qué pocas veces se dan las gracias y se dice te quiero!
Fíjate que es la canción más escuchada del disco. Para mí una visión 360 grados, mirar hacia atrás y ver de dónde vengo. Recordar a todo lo que he tenido que renunciar para llegar a donde estoy y ver a la gente que me rodea que es mi banda. Mirar hacia delante y darle el micrófono al público para que dijera lo que he supuesto para ellos. Me pareció la forma más honesta; una canción sin estribillo, una obra de teatro por actos.